CUANDO SE AMA DE VERDAD
CAPÍTULO 3: ¿AMIGOS?
SANTANDER,
ESPAÑA
HOSPITAL MARQUÉS DE VALDECILLA
En la entrada del centro
hospitalario, Silvia se encuentra de frente con Andrés quien acaba de hablar con
el doctor Méndez sobre doña Cecilia. La joven se dirige a la consulta de su
padre para avisarle de lo sucedido con Diego y Jaime. Silvia le cuenta a Andrés
la noticia.
Andrés:
Silvia, (sonríe) Nos volvemos a encontrar… qué casualidad.
Silvia: Ahora
no tengo tiempo para hablar contigo, Andrés, lo siento… tengo prisa.
(Nerviosa)
Andrés: ¿Qué te ocurre? Te noto muy nerviosa. ¿Te pasó
algo?
Silvia: Diego… mi ex se llevó al niño, no se dónde están.
Andrés: ¿Pero que dices? No puede ser… ¿Cómo así?
(Sorprendido)
Silvia: Voy a hablar con mi padre, trabaja acá en el
hospital.
Andrés: ¿En serio? No lo sabía.
Silvia: El doctor
Méndez, de oncología.
Andrés: ¿Tu papá es el médico de mi madre? Jamás
lo hubiera imaginado…
Silvia: Tengo que dejarte, perdóname por favor, no
quiero ser grosera pero es que… (Se le saltan las lágrimas)
Andrés: No te
preocupes, entiendo… Venga, ánimo, verás como aparecen.
Silvia: ¡Se lo
ha llevado! ¡Jaime se llevó a mi hijo! La policía no consigue dar con ellos.
Estoy desesperada.
Andrés: Estoy seguro que esto lo hace para vengarse de
ti, por no regresar a su lado. ¿Fue capaz de irse a Barcelona con el niño? Ese
tipo es un desgraciado.
Silvia: No lo sé, digo yo que se habrá ido allá
pero no lo sé. El caso es que no los encuentran por ninguna parte. Llamé a sus
padres y no saben nada.
Andrés: Tu ex es un hijo de… ¿Cómo se atreve a
hacerte algo así?
Silvia: Me odia porque no quiero perdonarle, todo lo
hace para mortificarme. Es un miserable. (En lágrimas)
Andrés: Vamos, te
acompaño a ver a tu padre si quieres. Precisamente vengo de hablar con él. Le va
a cambiar el tratamiento a mi mamá porque no está resultando.
Silvia: Ay,
cuánto lo siento… de verdad. Tú con lo de tu mamá y yo con esto ahora… No sé
donde está Jaime, no aparecen, ni él ni mi hijo. Estoy segura que se ha ido con
Diego fuera del país. (Llorando deshecha)
Andrés: No llores Silvia por
favor... (Triste) Verás como logran encontrarlos, ya vas a ver como sí. No estés
mal... (Preocupado)
Ella se derrumba a llorar en brazos de su amigo.
Andrés la abraza y trata de calmarla. Escuchamos música. El chico intenta darle
consuelo, Silvia llora desconsolada.
María José - Cuando se
ama
Contigo es tan fácil la fidelidad...
Yo a ti te amo, de verdad, lo
que digan los demás no importa nada...
recuerda que el corazón, cómo en
nuestra habitación
solamente el amor manda... manda...
Pero en ese
preciso instante, Miranda, la novia de Andrés, les encuentra abrazados a las
puertas del hospital. La arquitecto se queda alucinada con lo que está viendo.
Miranda se les acerca e interrumpe el abrazo entre la pareja, totalmente
histérica.
Miranda:
¿Se puede saber que diablos significa esto? ¿Quién es esta mujer,
Andrés?
Andrés: Mi… Miranda… ¿Qué haces tú acá? (Se separa de
Silvia)
Silvia: Lo siento, perdón, tengo que irme… perdóname Andrés no
quiero que por culpa mía tengas problemas con tu novia.
Andrés: Pero
Silvia… no te vayas, espera. (Preocupado)
Miranda: ¡Tú no te vas a ir a
ninguna parte mosquita muerta! ¿Qué hacías abrazando a mi novio,
descarada?
Andrés: No te permito que le hables así, tú no tienes ni idea
de lo que está pasando Silvia. Así que cállate y no me montes una escena de
celos. Siempre igual.
Silvia: Mire señorita, no estoy para discutir ahora
pero no le voy a consentir que me falte al respeto. ¿Entendió? (Limpiándose las
lágrimas)
Miranda: Me conozco a las tipitas de tu clase, seguro andas
calentándole la oreja a Andrés para que te haga el favorcito, golfa. ¡Más que
golfa!
En ese momento Silvia pierde los nervios y le suelta una fortísima
bofetada a Miranda. La ejecutiva se la devuelve con más fuerza cruzándole la
cara de una cachetada. Andrés tiene que ponerse en medio para impedir un nuevo
enfrentamiento.
Miranda: Eres una vagabunda… (Se abalanza a pegarla de
nuevo)
Andrés: ¡Ya basta! ¡BASTA YA! ¡Miranda, al coche! Tenemos que
hablar. Lo siento Silvia, espero todo se arregle, llámame con lo que sea.
¿Ok?
La joven enfermera se marcha llorando a ver a su padre, mientras en
la puerta del hospital Miranda y Andrés discuten.
Miranda: Encima la
defiendes, descarado… Eres un desgraciado, déjate que lo sepa mi madre que andas
liado con una, con una muerta de hambre. (Furiosa)
Andrés: Silvia es mi
amiga, nada más, me estaba contando sobre su hijo y…
Miranda: No me
interesa la vida de esa estúpida, ¿Cómo se atreve a levantarme la mano? Esto no
se va quedar así, Andrés, vaya que no. (Rabiosa)
Andrés: Vámonos al
coche, tengo que ir a mi casa. No voy a discutir más contigo. Silvia y yo sólo
somos amigos, nada más. ¿Está claro? Que sea la última vez que vuelves a montar
un espectáculo, nos miraba todo el mundo.
Miranda: Que nos miren, que se
entere todo el mundo de la clase de mujerzuelas que hay. Eres un cínico, yo
embarazada y tú de “amiguito” de esa… esa perdida.
Andrés: ¡Ya está bien!
(Agarrándola del brazo se la lleva a la fuerza al parking)
MANSIÓN
GARMENDIA
En el salón de la casa, doña Irene ve su serie de televisión
favorita “Mundo Fiction TV 2”. La villana se ríe ella sola ante la pantalla,
sentada en el sofá. En ese momento aparece Faustina, la criada.
Faustina:
Señora, su café… (Sirviéndole una taza en la mesita central)
Irene: Está
bien Faustina, retírate, estoy viendo mi novela. No me gusta que me molesten
cuando estoy entretenida. (Bebiendo de la taza) ¡Este café está frío! ¡Haz el
favor de servirme otro, estúpida! Eres una inútil…
Faustina: Lo siento…
ahorita le traigo otro…
Irene: Ahora no, luego cuando acabe la novela,
pesada…
Faustina: Cómo usted diga, señora… con permiso… (Pensando: Vieja
negrera)
DÍAS DESPUÉS…
LONDRES, REINO UNIDO
En
la calle Jaime pasea por el centro de la capital británica en compañía de su
hijo. El médico observa el Big Ben y el río Támesis desde uno de sus puentes. El
pequeño Diego sonríe tierno.
Jaime:
¿Te gusta Londres? ¿A qué es muy grande?
Diego: Sí, es muy bonito papá.
¿Cuándo viene mamá con nosotros?
Jaime: Mañana… seguro que mañana viene…
(Sonríe) No te preocupes.
Diego: ¿En serio?
Jaime: Claro… ¿Cuándo
te he mentido yo, mi amor.?
Diego: Es que extraño a mi mamá… ¿No viene en
otro avión? ¿Por qué tarda tanto? ¿Es muy lejos?
Jaime: Sí, muy lejos…
nosotros estamos en otro país, Diego, esto no es España. Tu mamá me dijo que ya
nos alcanzaría pronto, que no te preocuparas.
Diego: Ahm… (Triste,
mirando al río desde el puente)
Jaime: Anda ven, vamos a cenar algo y
luego al hotel, que ya va a oscurecer.
SANTANDER, ESPAÑA
MANSIÓN
SAN MARTÍN
En el cuarto de baño, doña Cecilia se encuentra vomitando
nuevamente. La madre de Andrés cada día se siente peor, la quimioterapia es muy
dura, demasiado para ella. Cecilia, con un pañuelo en la cabeza, vomita en el
inodoro.
Cecilia:
Ay Diosito… no se si voy a poder con esto… (Vomitando de nuevo)
Justo en
ese momento la interrumpe su hija Yesenia.
Yesenia: ¿Mamá, estás bien?
(Preocupada)
Cecilia: Ay cariño… no me siento nada bien hija…
Yesenia: Andrés me dijo que te han cambiado la
quimioterapia.
Cecilia: Sí pero… no sé mi vida, estoy pasándolo muy mal,
lo echo todo, no me para nada en el estómago.
Yesenia: Pero así no puedes
estar, te vas a poner débil y eso no te conviene en tu estado.
Cecilia:
¿Y que hago hija, qué hago? (Triste)
Yesenia: Deberíamos ir a urgencias
para que te den algo, no sé. ¿Qué tal las pastillas que te
recetaron?
Cecilia: No me hacen nada, nada… (Vomitando otra
vez)
Yesenia: Ay Dios mío, voy a llamar a Andrés. (Saliendo del
baño)
Pero al mismo tiempo la joven se encuentra con Andrés en el
pasillo, su hermano acaba de llegar del trabajo.
Yesenia:
¡Andrés! Precisamente iba a llamarte por teléfono, mamá no se encuentra bien,
estoy muy preocupada.
Andrés: Lo sé, la nueva quimio la tiene peor que
antes… No sé que vamos a hacer…
Yesenia: ¿Qué te dijo don
Eduardo?
Andrés: Que iba a esperar a ver que pasaba con esta y luego ya
veríamos… Si no resulta no la podrán operar.
Yesenia: Ay Dios mío…
hermanito… esto no puede estar pasando, no… (Se le saltan las
lágrimas)
Andrés: No llores, mira, he pensado algo pero todavía es una
idea.
Yesenia: ¿De que hablas?
Andrés: He pensando que tal vez
podríamos llevar a mamá a Estados Unidos, seguro allí logran
algo.
Yesenia: ¿A dónde, a Houston? Pero eso es carísimo Andrés, no
podemos pagarlo.
Andrés: Si vendemos parte de nuestras acciones en la
empresa sí. Esta mañana hablé por teléfono con la clínica Anderson y me informé
bien. Es mucho dinero si pero hay que intentarlo.
Yesenia: No lo sé,
hermano, yo no lo veo…
Andrés: Si aquí no dan con un tratamiento bueno,
no nos va a quedar de otra…
Yesenia: Rocío Jurado fue a Houston y se
murió igual, Andrés. No es cuestión de dinero.
Andrés: Pero hay que
intentarlo, yo voy a esperar a ver pero si en unos meses la situación no avanza,
nos vamos a Houston con mamá.
Yesenia: Está bien.
DEPARTAMENTO DE SILVIA
La chica conversa con su padre, en la
cocina de la casa mientras prepara algo de comer.
Silvia:
No puedo más, papá… llevo días sin saber nada de Jaime ni de Diego.
Eduardo: Seguro el niño está bien, Jaime jamás le haría daño
pero…
Silvia: No es eso, papá, yo sé que Jaime quiere al niño pero no
debió hacerme esto. No puedo dormir, no tengo hambre, me la paso llorando… estoy
angustiada ni siquiera en el trabajo puedo concentrarme.
Eduardo: ¿Qué te
ha dicho la policía?
Silvia: Que están investigando, Jaime salió del país
pero no saben donde se fue.
Eduardo: Eso no es posible, en los aviones
piden pasaporte, sabrían dónde viajó. ¿Además como pudo sacar al niño sin
papeles?
Silvia: Se robó el pasaporte de Diego, cuando vine a casa esa
noche la puerta estaba forzada, seguro debió entrar y cogerlo para poder sacar
al niño de España.
Eduardo: Pero Jaime ha tenido que usar un pasaporte
falso para él mismo… si no estaría registrado en alguna
aerolínea.
Silvia: No lo sé, puede ser… por eso no dan con él. En
Barcelona no lo encuentran, ni su familia sabe nada siquiera. Su madre me dijo
que le llamó por teléfono ayer y que no le quiso decir dónde se ha ido.
Eduardo: Santo Dios… esto parece una pesadilla… Hay que encontrar a
Diego como sea.
Silvia: ¿Pero cómo? Pueden estar en cualquier parte del
mundo, Argentina, Italia, Australia, que se yo… Jaime está
loco.
MANSIÓN GARMENDIA
En el salón de la elegante vivienda,
doña Irene, Miranda y Andrés charlan sentados a la mesa mientras
almuerzan.
Irene:
¿Cómo que la boda se cancela? De ninguna manera… ni hablar por
favor.
Andrés: Mi mamá está enferma y no voy a hacer ninguna fiesta este
año. ¿Está claro? Ya hablé con Miranda de ello.
Miranda: Pero mi amor…
estoy embarazada, voy a ser la comidilla de toda la ciudad.
Andrés: Eso
no es problema, podemos casarnos el año próximo y el niño iría a la
boda.
Irene: Si claro, como en las telenovelas esas venezolanas… mira
Andrés no estoy dispuesta a permitir que mi hija pase vergüenza en la alta
sociedad de la capital. Así que la boda sigue en pie. Faltan 2 semanas
apenas.
Andrés: Y dale con lo mismo… ya hablé con el restaurante y la
iglesia para cancelarlo todo. Incluso le pedí a mi hermana que avise a los
invitados por carta con los motivos.
Miranda: Esto es increíble… ¿Qué no
te basta con tener una amante que ahora me quieres dejar plantada por
ella?
Irene: ¿De que diablos estás hablando hija? ¿Cómo que una amante?
(Se levanta de la silla, enojada)
Andrés: Eso no es cierto, Silvia es
sólo una buena amiga, nada más. Cómo lo tengo que decir.
Miranda:
Mentira, mamá les vi abrazados a las puertas del hospital. Esa descarada estaba
en sus brazos llorando emocionada, seguro porque le habías hecho el favorcito.
Andrés: ¡Ya basta! (Levantándose de su silla, tira la servilleta a la
mesa)
Irene: Descarado… mi hija esperando un hijo tuyo y tú revolcándote
con una cualquiera…
Andrés: A mi no me hable así porque no se lo voy a
tolerar. ¿Estamos?
Irene: ¡Cállate! (Dándole una sonora y fortísima
cachetada, el chico vuelve el rostro, tocándose la mejilla)
Miranda:
¡Mamá por favor! ¿Te has vuelto loca o qué?
Irene: Tú te callas Miranda,
que contigo no va. Esto no se va a quedar así Andrés, ¿Me oíste? Esa mujer y tú
van a terminar hoy mismo. Si no te juro que… (Desafiante)
Andrés: ¿Cómo
le tengo que decir que es sólo una amiga? ¿Cómo? (Enojado)
Miranda: JA…
menuda amiga, si la vieras mamá… tremenda regalada.
Andrés: Me voy, paso
de pelear con ustedes… Adiós. (Se va dando un portazo)
Mientras, Miranda
y su madre se quedan a solas en el salón sentadas a la mesa de nuevo. Tras la
puerta de la cocina, Faustina escucha la conversación.
Miranda: ¿Qué voy
a hacer? No estoy embarazada, a ver que inventamos ahora.
Irene: Pues
hija pareces tonta, embarázate ya, ¡ya!
Miranda: Ni que fuera tan fácil
mamá. Andrés no me toca, desde la pelea que tuve con él aquel día por la Silvia
esa de las narices.
Irene: ¿Qué acaso no sabes como calentar a un hombre?
De verás… no pensé que fueras tan boba.
Miranda: Lo he intentado y me
rechaza, no me toca, a veces pienso que es por la otra.
Irene: Pues esté
o no con esa mujer, tú tienes que quedarte embarazada para amarrarlo y casarte
con él.
Miranda: ¿Y cómo lo hago?
Irene: No me importa cómo, hazlo
y punto. Ponle los pechos en bandeja si quieres, sedúcelo, devóralo, hazle
sentir tu hombre, caliéntalo, vuélvelo loco de deseo, que no quiera hacer otra
cosa más que hacerte el amor. Debe sentirse macho contigo y tú sumisa a sus
deseos. Eso es lo que les pone a los hombres. Les gusta mandar en la
cama.
Miranda: Mamá por Dios… (Avergonzada)
Irene: Eso fue lo que
hice yo con tu padre, y estuvo conmigo hasta el día de su muerte, nunca se fijo
en otra.
Miranda: Intentaré hacer lo que me dices pero no
sé…
Tras la puerta de la cocina, Faustina, con los ojos como platos,
alucina con la interesante conversación.
Faustina: Ay diosito, la
señorita Miranda no está embarazada como decía… válgame Dios. Par de arpías,
¡pero será cochina Irene!
CASA DE DON EDUARDO Y VANESSA
En el
dormitorio principal, la esposa de don Eduardo está haciendo el amor con su
amante, Luis. En ese instante su marido les sorprende en plena acción. Eduardo
se queda alucinado.
Vanessa:
¡Mi amor! ¿Qué haces acá? (Tapándose con las sábanas)
Luis: Esto… esto no
es lo que está pensando… (Avergonzado, se levanta para vestirse)
Eduardo:
Eres una zorra… (Furioso)
Justo en el momento en que Luis escapa del
dormitorio sin que Eduardo pueda atraparlo, Vanessa, enrollada en la sábana se
acerca a su esposo.
Vanessa: Por favor mi vida, esto tiene una
explicación…
Eduardo: ¡CÁLLATE! ¡ERES UNA PERDIDA! (Pegándole una
fortísima bofetada) ¡Zorra! ¡Largo de mi casa!
La explosiva joven sale
del dormitorio llorando desconsolada. Eduardo abre un cajón de la mesilla y toma
una pistola.
MANSIÓN GARMENDIA
Andrés llega del estudio donde
trabaja como arquitecto y sube por las escaleras hasta su habitación. El chico
comienza a desnudarse para entrar a la ducha. Segundos después alguien abre la
puerta del cuarto de baño. Es Miranda. La joven le observa a través de la
mampara cubierta de vapor de agua. Miranda le mira con deseo y entra a la ducha
con él. Andrés se sorprende de verla allí con él a su espalda. Miranda le abraza
y le besa en el cuello con deseo.
(Aviso:
Escena no recomendada a menores de 18 años)
Miranda: Te extraño mi amor…
te deseo…
Andrés: No sigas por favor Miranda… ahora no…
(Molesto)
Miranda: Anda no seas enojón Andrés… (Volteándole le come la
boca a besos, él se deja llevar)
Andrés: Miranda… no… (Ella le devora a
besos cada vez más intensos)
El chico no puede evitar que su novia le
caliente por momentos. Miranda le recorre el pecho con su boca, con sus manos…
hasta llegar más abajo… La joven comienza a hacerle sexo oral a Andrés. Él se
deja llevar mientras su chica le hace sentir su hombre. Andrés gime en la ducha
sin descanso. Miranda le calienta a más no poder, hasta que él no puede
contenerse. Andrés la carga contra la pared y la hace el amor de forma salvaje,
chupando sin descanso sus senos, besando sus labios y entrando en ella una y
otra vez. Tomándola de las nalgas con fuerza.
Miranda gime, jadea como
loca en la ducha. A esa hora no hay nadie más en la casa y ambos viven la pasión
a solas. Miranda ha conseguido lo que quería... El chico le hace el amor con
ganas, dominándola, sometiéndola. Miranda gime bajo el agua de la regadera como
una gata en celo. Andrés entra en ella una y otra vez, cada vez más rudo. Es
puro sexo, no hay amor, al menos no por parte de Andrés en este momento. El se
deja llevar por el calentón hasta que finalmente ambos terminan exhaustos en esa
ducha. Andrés, agotado, respira hondo en los hombros de Miranda, ella sonríe
feliz con astucia y picardía.
CONTINUARÁ
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